miércoles, 22 de octubre de 2008

01 Efluvios de un pasado posible

La leyenda nos cuenta la entrada en la Península de los pueblos del Sur, tal vez vinieran del Sahara empujados por la gran desertización. Estas gentes que conocían las islas Canarias llegaron seis mil años antes de Jesucristo iniciando lo que sería el gran imperio de Tartesos cuya lengua dejaron en la Península, la Ibérica, que evoluciona al euskera origen en parte del castellano. En Extremadura nos queda del íbero antiguo la palabra zahurda, casa del cerdo, urde en euskera es cerdo, en portugués curtello (urte, urde, cerdo) y muchas más analogías...

Actualmente se han conseguido traducir algunas inscripciones ibéricas a partir del euskera, textos donde se emplea un verso con gran riqueza literaria; en la península hay tres alfabetos ibéricos totalmente emparentados que son el reflejo de una fuerte cultura aquella de la que nos hablara Platón en sus Diálogos: La Atlántida. Cerca de Trujillo en el castro de Almoroquí encontramos una inscripción tartésica junto a una estela antropomórfica.

Platón escribe como las cinco parejas de gemelos que Poseidón tuviera en Atlantis con la bella Kleitos serían las diez cabezas de los diez reinos de la Atlántida cuyo poder se extendía por Libia (África), Europa y los océanos, enfrentándose al final con los griegos. Sucumbieron en un gran cataclismo que les provocaran los dioses al no cumplir las leyes que les había dejado Poseidón escritas y que cada año juraban cumplir en la gran romería que hacían a la ciudad de Atlantis (origen de Tartesos, Huelva) después de encerrarse los diez reyes con diez toros bravos en el gran palacio de la madre Kleitos y abatirlos con las manos, sin hierros, bebiendo la sangre de los astados en cráteras de oro.

La Ora Marítima de Avieno, Estrabón y otros viajeros nos han dejado constancia de este gran imperio en la ruta del estaño para con el cobre del río Tinto hacer instrumentos de bronce; sus reflejos pasaron los Pirineos y las islas Británicas desarrollándose principalmente en Andalucía, Extremadura y Portugal. Esta cultura atlántica construía monumentos funerarios con grandes megalitos y conocían la falsa cúpula que colocaban al final de grandes corredores de trilitos. El diseño lo veremos continuamente y a diversos tamaños en los enterramientos de la Edad del Bronce donde colocaban las cistas de incineración.

Con la llegada del primer milenio antes de Cristo esta cultura fue absorbida por los púnicos que controlaron las viejas factorías tartésicas, llegaron celtas del Norte y gentes de Oriente, a mercadear con las tribus ibéricas unos, otros les disputaron terrenos... tardaron siglos en asentarse los posos de la piel de toro, más ibérica que celta y con otros componentes cuyo adobo serán nuestros ancestros.

Los Fenicios conocían un alfabeto silábico muy parecido al ibérico y siempre se dijo que este se inspiró en aquel, sin embargo en Monfragüe tenemos una inscripción tartésica pintada junto a dibujos esquemáticos de ciervos y cazadores que pueden datar del Calcolítico (hace unos cuatro mil años), mucho antes de que aparecieran los Fenicios por la Península Ibérica. Una pintura en el abrigo rupestre nos presenta la estructura de la tribu, la pirámide se sustenta por la familia en su base, vemos al padre, la madre y los hijos; en la cúspide está el Jefe. Bien pudieran ser nuestros silábicos anteriores a los púnicos o que estos procedieran de un lateral migratorio al este de África, llegando vía Egipto al otro lado del mar Rojo, primos hermanos de los que entraron por Gibraltar hace ocho mil años, los que generaran las grandes culturas de Oriente Medio, desde el Nilo a Mesopotamia y hasta la misma Grecia. Una construcción común que nos ha quedado fue la edificación circular en falsa cúpula que nosotros llamamos zahurdón usándolos de vivienda y en otras partes como grandes sepulturas tumuladas que encontramos desde la provincia de Cáceres a Grecia pasando por Antequera.

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