miércoles, 22 de octubre de 2008

22 Fernando I Reconquista Lusitania

El año 1035 leoneses y castellanos se unen bajo el cetro de Fernando I que sabrá utilizar bien sus mañas diplomáticas en la pugna de sevillanos y badajocenses. En 1064 el aftásida Muhammad al-Muzzafar acaba siendo tributario de Fernando I que ese mismo año toma Coimbra. El castellano ha iniciado la reconquista de Lusitania.

Parece ser que un rico mozárabe, señor de Tentúgal (en la Beira) y que había llegado a ser visir en la corte sevillana de Ibn Abbad por sus extraordinarias dotes militares y servicios, rompió sus relaciones con los musulmanes pasandose al servicio del rey cristiano al que incitó a iniciar la conquista del occidente lusitano. Este mozárabe se llamaba Sisenando y Fernando I le dio para su gobierno las tierras de Coimbra de donde fue conde. En la toma de Coimbra acompañan al Rey, la reina Doña Sancha y varios obispos con sus huestes; entre ellos el obispo de Santiago, Cresconio, que había sido excomulgado por el Concilio de Reims en 1049 acusado de cismático al nominar Santiago como Sede Apostólica Pontificia; los otros obispos eran Vestruario de Lugo, Sisnando de Viseo, Suario de Mondoñedo y los abades Pedro de Guimaraens y Arriano de Celanova. Se rindieron los moros por hambre el día de San Fermín, la frontera del río Mondego estaba restablecida.

Al año siguiente moría el Rey (1065) dividiendo de nuevo el reino entre sus hijos: García, Sancho y Alfonso; jugada que no prende pues Sancho le quita Galicia a García y se sacude a su hermano Alfonso haciendose con el poder en León y Castilla. Alfonso antes de ser VI, vencido y timado se exilió al Tajo en Toledo, esperando al quite su oportunidad y de paso aprender de los árabes más de la cuenta. La extraña muerte, asesinato de Sancho II, le da el trono ciñéndose la Corona en 1072 como Alfonso VI rey de Castilla, Galicia y León.

Durante estos aftásidas años se ha degradado aun más el poder en este caso de Badajoz, en la carta de Umar veremos después a que niveles los cristianos del Norte imponían sus leyes y fuerza en territorio moro, la Sierra de Gata la pasaban cuando querían razziando en la mismísima Medina Cauria cuya comarca estaba a merced de las espadas o impuestos revolucionarios que les imponían las gentes de Norte.

Trujillo estaba cada vez más cerca de la frontera habiendose convertido en parada y fonda de los peregrinos a Santiago que con el nuevo Milenio se estaba convirtiendo en una verdadera Sede Apostólica de Occidente y a donde acudían de toda la Cristiandad.

Sede Bracarense

En 1071 ya existe un obispo en Braga, Don Pedro y es quien restaura la vieja diócesis bracarense. El equipo episcopal del nuevo obispo ya tiene forma en Febrero de 1071, allí están Galindo Alvitisz, Menendo Brandilaz, el prebítero Baltario, el confesor Eldrebedus, presbítero Sabarigus, otro presbítero que se llama Fromaricus, Aloitius Ornoriquiz, Pelagius Segundiz, Odorio Petriz, Gonzalo Moniz y pasan de diez. Seguían la regla de San Gregorio y vivían con el obispo en casa propia, comedor, camas y coro comunes siguiendo los cánones de Coiança (1050) y Compostela (1060). A Don Pedro le sucede San Gerardo.

Alfonso VI conquista Coria

Según el Cronicón Lusitano sabemos que Alfonso VI antes de tomar Toledo en 1085 hace una incursión rápida por la Sierra de Gata y toma Coria en el año 1077. Poco más conocemos de tal hecho aunque se conserva una carta del rey Umar al-Aftas de Badajoz a su colega de Marruecos Jusuf ben Taxin, lamentándose de haber perdido Coria y clarificando bien la situación del territorio.

Con la luz y resplandor de la buena guía, oh rey de los muslines, que Dios la fortifique, sea la que te dirige y encamine y mueva, teniendo por camino propio y suyo el camino de la beneficencia y la sabiduría, se ocupe y emplee en hacer bien a otros, y tus deseos sean de hacer siempre guerra a los descreyentes, de lo cual estamos bien informados, siendo bien acierto y averiguado que te dedicassiempre a honrar, sublimar y defender a nuestra ley y que tú eres el más ínclito y principal Emperador y el más poderoso Caudillo y Conquistador y vencedor de los infieles, nos conviene implorar tu auxilio, para que socorras y defiendas nuestra ley y a nosotros.

El dolor de nuestras desgracias es extremado: tribulaciones y calamidades nos cercan por todas partes en España y daños mayores todavía nos amargan, que no pueden imaginarse sin espanto. Por todas partes nos va rodeando esta maldita gente, desde que los nuestros descuidaron el sujetarlos como antes y estar unidos contra ellos. Estos enemigos han crecido, han tomado alas, y como siempre nos querían mal, creciendo su poder y su enemiga rabia nos acometen ya estos perros de manera que nos tienen acobardados, sin quedarnos más remedió para mantenernos sino palabras fingidas de sumisión y blandura; pérfidos tratos que no dan sosiego, antes nos tienen con perpetuo cuidado y recelo de lo que nos puede sobrevenir. No sirve para perder estos temores el enviarles dádivas y preciosos dones todos los días, dejarles sacar de nuestra tierra toda especie de provisiones y mantenimientos; con todo eto, no calman los sobresaltos ni disminuyen los peligros; y en verdad, si el daño no pasara más adelante nos contentaríamos con ello, y estaríamos alegres con la miseria e infelicidad de este estado; pero ellos no cesan, nos quitan cada día las haciendas y nosotros, mezquinos, las dejamos llevar callando, y nos parece que no hacernos mayor mal es merced que nos hacen y les estamos a manera de agradecidos y pensando qué les poder dar cuando vengan a pedir. Pero, Señor, nos sacarán los ojos y el mal nos ha pasado ya de parte a parte hasta perecer y la llaga, incurable. Como ya saben nuestro enemigos que nada podemos darle y su condición es insaciable, ya tratan de conquistar y saquear nuestras ciudades y ocupar nuestras fortalezas, y se ha encendido el fuego de los cristianos por toda España, y en todas partes las puntas de sus lanzas y los agudos filos de sus espadas beben y han bebido mucho sangre de los muslines, y los que, por fortuna, escaparon de la cruda muerte en las atroces peleas, gimen en su poder en dura esclavitud y atormentados de sus crueles manos, pues no tratan sino de acabarnos y hacernos sufrir indecibles tormentos. Y según parece piensan darnos el último asalto, y muy poco distante miran el fin de sus deseos, que es nuestra ruina y absoluto vencimiento; pero, ¡oh fe de Dios!, ¿será posible que los muslines hayan perdido la esperanza y el acierto para mantener y sustentar la verdad de nuestra ley? ¿Será que algún día triunfe la infidelidad de la religión verdadera y no habrá quien nos ampare y libre de estas calamidades? ¿Ha de faltar quién levante nuestra fe, caída en el suelo? ¿No aparecerá un defensor de la religión y de las cosas santas? Pero no tenemos otro auxilio ni refugio que Dios delante de su trono sublimado, al cual toca la baja y terrena súplica, y su divina bondad ha honrado a los bajos y envilecidos. Nuestra calamidad es inconsolable, es desgracia sin par.
No te había escrito, ¡oh rey de los muslines!, antes de ahora, ocupado en defender la tierra del asiento y cerco de la ciudad de Cauria, restitúyala Dios, que pudiera ser causa de la despoblación de esta tierra de los muslines que moran en ella. Siempre ha ido en aumento mi temor de que se perdiera la ciudad de que te escribí: la fuerza del enemigo se ha aumentado, y en fin, la ciudad vino en su poder, cosa que acrecienta nuestros males. En medió de la Ciudad hay un castillo de mucha fortaleza, tal que excede a los más fuertes castillos; este es como el centro de la Ciudad, y da vista y atalaya a toda la tierra de alrededor; así, a los que están cerca como a los que están apartados y distantes, de maneraque no era otra cosa esta fortaleza que como un viento fuerte y tempestuoso en las salidas de los que dentro estaban; pero se apoderó de él un traidor enemigo, un soberbio infiel, y si no te das mucha prisa en venir con tus huestes de a pie y de a caballo, no tardará en estar todo lo nuestro en desolación y ruina. No te recuerdo, ¡oh rey de los muslines!, la palabra del libro de Dios, ni la doctrina de nuestro honrado Profeta, pues entre vosotros hay más doctrina y más letra que por acá, y sabéis bien lo que en este caso nos obliga.

Envíos esta carta con un noble jeke, nuestro predicador, al-Chatih, para si os ocurriese alguna duda en el particular, os la declare y manifieste.

Este se ha determinado a llevar esta carta y embajada por ser obra meritoria y alcanzar de vuestro poder este socorro y singular merced, y yo no he dudado de manifestarle mis intenciones, confiando así en su fidelidad como en su saber y en la elegancia de su lengua.
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La caída de Coria convierte automáticamente a Trujillo en plaza fronteriza. Los cristianos se enseñorean hasta el río Tajo batiendo por las sierras cuarcíticas entre la sierra de la Garrapata, Portezuelo y Peña Falcón frente los bastiones moros de Ceclavín como vanguardia de Alcántara y al otro margen del río Tajo al-Konetar, al-Monfrag y al-Balata.

En 1080 Toledo está al borde de la ruina y al-Qadir lo abandona haciéndose cargo del reino Umar ben al-Aftas de Badajoz, durante poco menos de un año que regresa a Badajoz dejando oledo por imposible. Alfonso VI lo tiene a papo pues él mismo repone a al-Qadir en el trono toledano. El soberbio Alfonso VI en 1082 llegaba ante las Columnas de Hércules pisando Tarifa en una entrada relámpago. Después fue contra Zaragoza y por fin el 25 de Mayo de 1085 conquistaba Toledo revalidando su título de «Adefonsus Imperator totius Hispaniae» (parece la historia de Carlomagno, ver "Codex Calistinus").

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